domingo, 22 de junio de 2014

Yo no ser Mario Bros.

Camino por un campo cubierto de Ladrillos. Las montañas y los helechos se ven a lo lejos. No sé de dónde salen, cómo pueden crecer entre tanto concreto que los separa de la tierra. Bueno, yo también crecí en el concreto, supongo que de la misma forma de ellos; la vida se da en cualquier lugar, quizá en unas décadas más nazcamos en un tubo y un computador nos enseñe cómo vivir: la permeabilidad entre uno y otros, la omnipotencia de navegar en un espacio cibernético similar al espacio místico del sueño. Oh, wait...

Está despejado. Hay nubes que se mueven lentamente. Los rayos del sol (que intuyo, no lo veo, intuyo que existe y que está fuera de mi mundo pero que de algún modo me alcanza, sólo por el hecho de que el cielo es azul, y es sabido que el cielo no es naturalmente de ese color) rebotan contra su superficie esponjosa y le imprimen unos puntos muy similares a ojos. Las nubes parecen afligidas.

Avanzo para rescatar a la princesa. La extraño, pero sabía todo esto antes de involucrarme con ella: princesa es la que se deja raptar para probar el sentido heroico de su amado; princesa es la directora de una obra ancestral que repite incesantemente el arquetipo de matar al dragón y gozar, es la que posibilita una lucha que sin su debilidad, sin la estupidez de permanecer pasiva ante el reptil, no existiría. Pero su papel no es tan sacrificial, ni tan inocente. Todos sabemos que, en el fondo, le gusta el reptil...

Avanzo por los ladrillos sólo para encontrar más ladrillos volando sobre mí. Esto parece ser una paradoja, un error del espacio, porque tal fenómeno no tendría sentido de no ser por lo que pasó después, la alteración que provocó en mí el hongo que se movía por una fuerza imaginaria. El hongo avanza y yo lo sigo; no tengo intención de nada, sólo de salvar a la princesa, pero sin poderlo evitar mis pies me llevan a él, mi espalda se encorva y mis manos lo llevan a mi boca. No, no, no, no puedo distraerme con esas cosas, podría ser venenoso, podría hacerme engordar, podría hacerme ver esas cosas que veía cuando era adolescente, encerrado en mi pieza escuchando música, la puerta cerrada, pero mil puertas abiertas en mi mente; plantas en la ventana, orugas en las paredes, la lluvia que penetraba hasta mi cama y que era de fuego, de la que yo me ocultaba como me ocultaba de los reptiles que me esperaban afuera, que ingresaban todas mis acciones en un computador para saber mi rutina y después raptarme y llevarme con su líder en Neptuno.

No veo esas cosas, pero sí me siento más grande, más poderoso. Las cosas se ven ínfimas, soy más grande que los helechos y las nubes, aunque me mantengo en tierra, en los ladrillos, y ahora sí tiene sentido que los ladrillos floten sin causa alguna, ahora sí puedo reventarlos a cabezazos (sólo por gusto), y también veo otros que brillan como monedas, que seguramente tienen monedas adentro, pero que no toco aunque quiero tocarlos, porque quiero monedas para comprarme una mansión y llevar a la princesa, pero las paso de largo en una caminata que no puedo controlar, que sigue sin parar sobre los tubos sobre las plantas sobre tortugas que se me aparecen y que no tienen la culpa de nada pero que yo piso sádicamente y cuando mueren tiro las conchas que a una velocidad supersónica también matan a sus amigos en mi marcha sangrienta.

Saaaalto, saaaaaalto por culpa de los hongos que se atravesaron en mi camino, y también maaaaato, maaaaaato a las tortugas que se atraviesan en mi camino, sólo para encontrar a mi princesa, para cumplir con mi destino heroico, resolver la mazmorra, matar al dragón, acostaaaaaarme con la princesa y pedirle a la cigüeña muchos hijos para que se críen en una isla llena de Yoshi's y no con nosotros porque yo la quiero sólo para mí, la cama exclusiva para los papás y no para hijos entrometidos, sólo me basta con saber que existen, que aunque yo me muera mi legado sobrevivirá, y que algún día ellos también se embarcarán en la aventura de salvar a su propia princesa, o quizá más bien tengo la esperanza de que no hagan eso, que encuentren otra opción y se atrevan a llevarla a cabo: quizá espero de ellos que puedan revelarse contra este destino que no elegí, contra el control de mando que está al otro lado de la pantalla y que maneja mis pasos; quiero que ellos puedan mover sus pies a voluntad, que vayan a las nubes, a los árboles, qué se yo, pero que no sigan por este camino de ladrillos que hemos atravesado yo y mis antepasados, que después de tantos años en nuestro inconsciente nos causan hastío, siempre lo mismo.

Espero que ellos sí puedan redimirme y acabar para siempre con este juego que llaman vida.

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