martes, 23 de septiembre de 2014

El mago del vacío

Por cuánto tiempo repetimos hambre, vacío. Sólo la carne, la carne, la carne. El vacío es vacío: no hay nada más. Detrás de los universos hay vacío, el universo es el vacío mismo porque contiene el Todo. El Todo es la Nada, la Nada es el Vacío, el Vacío es el Hambre. Somos magos del vacío, estamos pegados en el vacío, el vacío de no saber qué es lo que se supone que lo llena. ¿La vida, las mujeres, las drogas? La droga sólo crea más vacío, expulsa las angustias que genera la condición de estar vacío y permite que este crezca tranquilamente en el interior. Pero también hay tanto placer… que a veces uno confunde el hambre de carne con el hambre de drogas, el hambre de vacío.

El mago del vacío no puede ser feliz. La felicidad tiene formas curiosas, y para que algo tenga forma tiene que existir, ocupar un lugar en el espacio (material o mental, da lo mismo), quitar segundos de vida a quien lo contempla. Pero como sólo hay vacío, no hay felicidad, no hay nada. Sólo pululan unos pequeños animales vacíos, sin forma, de una existencia distinta a todo lo que existe, que reclaman su presencia provocando dolor. Es la angustia por (¿o de?) el vacío, la principal razón que lleva a alguien a abandonarlo. Pero como el mago del vacío vive del vacío, hace malabares con el vacío como modo de subsistencia, no puede ir en contra de los bichos. Los abraza y se va a la mierda con ellos.

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